La curiosa historia de cerrar el coche con llave: de la novedad a la necesidad

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Probablemente no dudarías ni un segundo si alguien te preguntara si cerraste tu auto con llave. Parece una precaución tan obvia que apenas requiere reflexión. Sin embargo, hace poco más de un siglo, cerrar el coche con llave no era nada común. En aquel entonces, generó debate e incluso artículos novedosos en las revistas de automoción.

A finales del siglo XIX y principios del XX, el “robo de automóviles” surgió como un problema creciente en Estados Unidos, lo que llevó al desarrollo de dispositivos de seguridad rudimentarios para automóviles. Éstas no eran las cerraduras de los coches modernos; en cambio, se dirigieron principalmente a sistemas de encendido, volantes o incluso capós (capós). ¡Imagínese encontrarse con ocho mecanismos de bloqueo diferentes en un solo vehículo!

Al otro lado del charco, el Reino Unido no fue inmune a este creciente problema. En 1921, periódicos británicos como The Daily Mail destacaban el alarmante aumento de los robos de coches e instaban a los propietarios a tomar precauciones básicas de seguridad, principalmente instalando algún tipo de cerradura. Tres años más tarde, Autocar, una reconocida revista de automoción en ese momento, elogió un nuevo invento “ingenioso”: una cerradura maestra que aseguraba cada parte de un vehículo a través de una red de cables y pernos.

Leer hoy esas revistas de autos antiguos es como mirar una época pasada en la que incluso las características de seguridad básicas se consideraban avances notables. Autocar se jactaba de que los coches Hillman estaban diseñados para que pudieran “dejarse completamente cerrados cuando se deseara”, destacando la novedad de esta característica.

Pero, ¿por qué la gente dejaba sus vehículos abiertos en primer lugar? Los artículos de entonces revelan una sorprendente indiferencia hacia la seguridad de los vehículos. Autocar comentó con exasperación y desconcierto cómo la gente dejaba casualmente equipaje valioso dentro de sus autos abiertos sin siquiera pensarlo dos veces. También hubo informes de médicos que perdieron medicamentos peligrosos almacenados dentro de sus vehículos abiertos, una situación que probablemente destacó los riesgos potenciales más allá del simple robo.

La literatura de la época refleja esta creciente preocupación por la seguridad del automóvil. En la novela de Graham Greene de la década de 1930 Brighton Rock, un personaje sórdido del inframundo y su compañera se abren camino discretamente hacia el Lancia de otra persona estacionado en un estacionamiento con poca luz, una tarea fácil porque, bueno, el dueño probablemente lo dejó abierto. Y éstas eran simplemente gente común; Incluso los niños no dejaban de aprovecharse de los vehículos no asegurados. Un incidente de 1933 reportado por Autocar cuenta la historia de dos jóvenes traviesos que aceleraron el motor de un automóvil estacionado por pura diversión.

Mirando hacia atrás, este período de la historia del automóvil revela que lo que ahora consideramos medidas de seguridad básicas alguna vez fueron novedades e incluso puntos de discusión.